sábado, 18 de febrero de 2012

Momentos de espera...

5 de la mañana, hora de levantarse y salir con los perros, el cuerpo algo pesado porque el sueño de medianoche fue demasiado ligero, por la tensión de lo que sucedería en pocas horas, con la tarea ya realizada, los perros satisfechos de andar y hacer sus cosillas camino de regreso a casa, como deseando no tener que hacerlo pero era inevitable ya estaba allí...
Se escucho mi nombre, era claro que había llegado el momento, uno de los hombres que estaban en la recepción después de entregar y firmar todos los documentos y de esperar en una pequeña sala llena de sillas me pidió que lo siguiera, vaya pasillo por el que me llevo, tenia la misma apariencia de los pasillos de los hospitales psiquiátricos de las películas de terror -que no me gusta ver- Amplios, un piso blanco impecable, y al fondo dos puertas  que conducían a un segundo pasillo mas angosto y con varias puerta a sus lados, me indica en cual entrar y me deja ahí. No sabia que hacer, me recline en una silla de esas de despacho, de color negro y bastante frías que delante tenia un puf para reposar los pies, en mis pensamientos trataba de medir el tiempo que había transcurrido sin que nadie apareciera, de repente aparece una mujer mayor con su uniforme azul y su gorro como aquellos de baño, me pregunta que si estaba nerviosa, le he dicho que no, me da una bata color rosa - bueno, creo que rosa ya de tanto uso parecía había perdido vida ese color- Me indica como colocarme y me dice que espere, otro tiempo largo, reclinada en esa silla fría y con el trasero descubierto, no se cuanto tiempo paso, me adormite hasta cuando escuche a un hombre preguntarme si era la paciente de la doctora Nadia, le dije que si con un pequeño movimiento de cabeza, enseguida sale de la pequeña habitación y solo le escucho decir que me canalizaran, que la doctora tardaba y como todo hombre quejándose porque aseguraba que su tardanza era por estar arreglándose -Qué sucede con los hombres? Para ellos es tan sencillo salir hasta sin ducharse....
Pasaron los segundos, los minutos y aparece nuevamente aquella mujer mayor dispuesta a perforar mi mano con una aguja, me dice: no me hale la mano sera un momento, no dolerá. Pero por Dios, sentí un dolor inmenso como si apuñalara mi mano y de repente un liquido que comienza a correr por mis venas hace que mi garganta se reseque, dice con satisfacción: Listo, quedo muy bien, como si fuera terminado una obra de arte, da media vuelta y se va dejándome nuevamente sola en aquel cubículo donde solo cabía esa silla negra fría, vaya que el tiempo pasa lento cuando es para torturarnos, la espera es eterna y todo se vuelve en cámara lenta. Cuando estaba perdida en mis pensamientos alguien me saca de ellos y me conduce a lo que seria mi destino final, una habitación llena aparatos indicadores y unas lamparas que me permitirían ver todo lo que la doctora me haría. Llego el momento, comenzaron a conectarme cables, y de repente solo sentí como corría agua fría entre mis piernas
Que sucedió? No lo se, solo escuche una vez más mi nombre y sentí que me movía, algo cubría mi cuerpo y no sabía que era, y nuevamente el tiempo paso, a lo lejos escucho la voz de Doris-hasta que supe el nombre la joven enfermera- y las risas de sus compañeras, el llanto de un bebe que acabaría de nacer y le gritaba al mundo que ya había llegado para ser parte de el. Todo me daba vueltas, mi cuerpo temblaba de frío y boca estaba reseca, pedía un sorbo de agua pero solo recibí un no por respuesta, según Doris aun no estaba totalmente consciente para beber, y que iba a saber ella, yo moría de sed... Tuve que demostrar que podía sentarme para recibir un sorbo de un jugo de guayaba, que me supo a gloria, pero el sedante aun tenia poder en mi, me tambaleé y me tuve que recostar nuevamente sobre la cama, en ese lugar solo habían camas vacías, algo frió y tenebroso para mi, deseaba salir pronto de allí, logre convencer a mi cuerpo para que se levantara y saliéramos de ahí, Doris me ayuda a bajar de la cama , me conduce hasta el lavabo para vestirme y nuevamente regreso a la primera habitación, aquella donde solo están las sillas negras y frías, a la espera que mi esposo llegara por mi, al fin aparece y con el un vigilante empujando una silla de ruedas que me conduciría a la puerta de salida, me llevo por aquel pasillo tenebroso pero que esta vez para mi se veía diferente porque ya me iba. Se acabo la espera.

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